sábado, 1 de diciembre de 2018

El profesor dominicano Manuel Núñez

Se incluye a continuación la presentación que hice del profesor dominicano Manuel Núñez con motivo de su conferencia en la Universidad Carlos III de Madrid, el 26 de noviembre de 2018
Función del intelectual es cuestionar las ideas recibidas, aunque ello obligue a la polémica. En el medio universitario el análisis de las situaciones y de las ideas debe primar sobre la simple repetición de los conceptos. Iniciamos este congreso, pues, con una intervención inquietante.
El profesor Manuel Núñez se formó, en París, en la Sorbonne, y ha vivido en varios países, entre ellos España. Es miembro de la Academia Dominicana de la Lengua Española, donde ingresó con un discurso titulado La lengua española compañera de la nación dominicana, y también lo es de la Academia de Ciencias de su país.
Ha sido profesor de Lenguas extranjeras y de Literatura, editando a varios autores. También de Lingüística Aplicada, sobre lo que ha escrito diversos ensayos, así como de filosofía del lenguaje. Posteriormente fue resbalando hacia la filosofía política y la sociología. Es director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad UNAPEC, Profesor de Relaciones internacionales en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Director del Módulo de Geopolítica del Instituto de Altos Estudios para la Defensa y la Seguridad, y de la Escuela Diplomática.
Actualmente tiene un cargo equivalente a Director General en el Ministerio de Cultura, en un gobierno del PLD, partido fundado por el reconocido intelectual Juan Bosch al volver del exilio después del fracaso del movimiento guerrillero surgido a raíz del derrocamiento,en septiembre de 1963, del gobierno presidido por el propio Bosch, y de los cambios políticos resultantes.
Don Manuel Núñez es autor de un buen puñado de libros, de los que sólo citaré los que yo mismo poseo:
·         El ocaso de la nación dominicana (2002). Premio Nacional de Ensayo 2002
·         Peña Batlle en la Era de Trujillo (2007). Premio Nacional de Ensayo 2008.
·         La dictadura del débil (2015).
·         La autodestrucción (2017).
Lo hemos invitado a exponer su teoría de “la dictadura del débil”, que él inició al describir las relaciones entre su país y la República de Haití, como país y como sociedad. Conviene saber tres cosas:
1.      que Haití invadió, durante el siglo XIX, en varias ocasiones la República Dominicana, ante la ineficiencia de España, denunciada ya por nuestro poeta decimonónico Gabriel Núñez de Arce en una serie de documentos de prensa y parlamentarios. Las invasiones sometieron Dominicana a un régimen represivo.  Éste permanece en la memoria histórica del pueblo dominicano y lo marca aún de manera importante.
2.      que el Presidente Juan Bosch, en su importantísimo libro, imprescindible para entender la historia de América, Composición social dominicana. Historia e interpretación, explica que el proceso histórico dominicano, desde el siglo XVII, con la miseria en que se hundió la colonia debido el abandono de la metrópoli, hizo que el racismo prácticamente no exista en el país. De existir, es un racismo económico más que étnico.
3.      que el profesor Núñez ha escrito páginas que deben hacernos reflexionar sobre el racismo. Leo unas cuantas líneas:

“Ser haitiano y negro no es la misma cosa. En la República Dominicana, ser dominicano es más que ser negro, más que ser mulato y más que ser blanco. La negritud no une a nadie con nadie. […] En el mundo de raza negra, hay 52 estados y algunos se odian entre sí. […] El hecho de que alguien sea negro no lo acerca ni lo aleja […], eso no tiene ningún sentido. […] El tema no es la negritud”.
Los sistemas democráticos y el concepto de nación fueron desarrollándose desde el Romanticismo. El gobierno democrático se basa en la idea de que cada ciudadano dispone de un voto y con la suma de los votos se consigue una mayoría que gobierna el país. A la vez van organizándose las agrupaciones obreras y surge la idea del internacionalismo de clase. La Primera Guerra Mundial y su entorno histórico cuestionaron esas ideas y puso en crisis a las élites, como denunció el famoso libro de Julien Benda La trahison des clercs (La traición de los intelectuales) . Posteriormente, y ya en este mundo líquido (que diría Zygmunt Bauman), la democracia ha ido resbalando hacia otorgar fuerza e importancia a grupos que, sin constituir con sus votos mayoría alguna, pueden sin embargo forzar a los gobiernos a tomar decisiones para las que no fueron votados mayoritariamente. Cómo se han llegado a constituir dichos grupos y cómo consiguen actuar, llegando a imponer en ocasiones su voluntad, tanto en la acción política como en la cultura, y a forzar divisiones o agrupamientos que rompen los cánones (para bien o para mal), es algo que debe estudiarse pero que no solemos abordar. Pesa aquí, en unos casos, cierta mala conciencia socio-política o la importancia de lo llamado “lo políticamente correcto”. En algunos países, como la República Dominicana, España o los antiguos estados del socialismo real, esto se incrementa por el hecho de que las dictaduras dejan a los países socialmente enfermos y dudosos frente a toda imposición autoritaria. Si contemplamos las relaciones políticas desde los ideales del liberalismo decimonónico y el concepto de nación, ¿se está cuestionando la teoría democrática?
Vayamos a un ejemplo cultural. Cuando entramos en una librería de Nueva York y encontramos una división por estanterías entre “literatura afro-americana”, “literatura de mujeres”, “literatura gay” o “literatura chicana” nos enfrentamos a una división absolutamente extraña a la canónica hasta ahora de la historia y la teoría literarias, y que se basa en la procedencia racial o sexual de los autores y no en el estilo, el pensamiento o la temática. La idea de literatura que hemos venido manejando desde el siglo XIX (con distintos matices, es verdad) no tiene nada que ver con las distinciones de nuestra librería de la Quinta Avenida. Y esto es así cuando existe una importante tendencia a considerar la literatura como una práctica supranacional, según siempre ha sucedido en el ámbito artístico.
No es ya que se altere el canon de géneros y obras, sino que la nueva división es fruto, no tanto del análisis estético, como de la presión, más o menos organizada, pero alejada de lo que se ha considerado el hecho literario como tal, de argumentaciones sociales minoritarias y que no necesariamente aprobarían todos los que pudieran poseer dichas condiciones de sexo o de raza. Es decir, un escritor afro-americano pudiera no querer ser leído por su condición racial en lugar de por su calidad literaria; o bien, muchos escritores chicanos desearían ser considerados, no por su origen, sino por su escritura en lengua inglesa. A la vez, la nueva división deja en terreno de nadie la literatura que no responda a aquellas características. ¿Es esto similar a la condena de Dreyfus por su posible idea de nación distinta a la canónica? ¿La disputa entre intelectuales pacifistas y nacionalistas durante la Primera Guerra Mundial pudiera haber sido equivalente? (recuérdese la polémica entre Gerhart Hauptmann y Romain Rolland). 
Sé bien que el canon es siempre producto de una acción, más o menos prolongada, de poder, pero el nuevo no deja de serlo y, además, rompe las características formales y de uso que definían el campo literario, en el ejemplo de Nueva York. Cómo pudiera esto repercutir a la larga en la escritura, la lectura o la función de los textos lo desconocemos. El ejemplo es aplicable a diversas circunstancias sociales y políticas.
Como ven, el tema puede resultar conflictivo y hemos invitado al profesor Núñez a exponerlo desde su teoría. Unos estarán de acuerdo con él y otros no, como sucede en toda confrontación intelectual, pero ninguno lo considerará extemporáneo o dejará de sentirse afectado.

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