Se incluye a continuación la presentación
que hice del profesor dominicano Manuel Núñez con motivo de su conferencia en
la Universidad Carlos III de Madrid, el 26 de noviembre de 2018
Función
del intelectual es cuestionar las ideas recibidas, aunque ello obligue a la
polémica. En el medio universitario el análisis de las situaciones y de las
ideas debe primar sobre la simple repetición de los conceptos. Iniciamos este
congreso, pues, con una intervención inquietante.
El profesor
Manuel Núñez se formó, en París, en la Sorbonne, y ha vivido en varios países,
entre ellos España. Es miembro de la Academia Dominicana de la Lengua Española,
donde ingresó con un discurso titulado La
lengua española compañera de la nación dominicana, y
también lo es de la Academia de Ciencias de su país.
Ha
sido profesor de Lenguas extranjeras y de Literatura, editando a varios autores.
También de Lingüística Aplicada, sobre lo que ha escrito diversos ensayos, así
como de filosofía del lenguaje. Posteriormente fue resbalando hacia la filosofía
política y la sociología. Es director del Departamento de Ciencias Sociales de
la Universidad UNAPEC, Profesor de Relaciones internacionales en la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, Director del Módulo de Geopolítica del Instituto de
Altos Estudios para la Defensa y la Seguridad, y de la Escuela Diplomática.
Actualmente tiene un cargo equivalente a Director General en el Ministerio de Cultura, en un gobierno del PLD, partido fundado por el reconocido intelectual Juan Bosch al volver del exilio después del fracaso del movimiento guerrillero surgido a raíz del derrocamiento,en septiembre de 1963, del gobierno presidido por el propio Bosch, y de los cambios políticos resultantes.
Don
Manuel Núñez es autor de un buen puñado de libros, de los que sólo citaré los que
yo mismo poseo:
·
El
ocaso de la nación dominicana (2002). Premio Nacional de
Ensayo 2002
·
Peña
Batlle en la Era de Trujillo (2007). Premio Nacional de Ensayo 2008.
·
La
dictadura del débil (2015).
·
La
autodestrucción (2017).
Lo
hemos invitado a exponer su teoría de “la dictadura del débil”, que él inició
al describir las relaciones entre su país y la República de Haití, como país y
como sociedad. Conviene saber tres cosas:
1.
que Haití invadió, durante el siglo XIX, en
varias ocasiones la República Dominicana, ante la ineficiencia de España, denunciada
ya por nuestro poeta decimonónico Gabriel Núñez de Arce en una serie de
documentos de prensa y parlamentarios. Las invasiones sometieron Dominicana a
un régimen represivo. Éste permanece en
la memoria histórica del pueblo dominicano y lo marca aún de manera importante.
2.
que el Presidente Juan Bosch, en su importantísimo
libro, imprescindible para entender la historia de América, Composición social dominicana. Historia e interpretación,
explica que el proceso histórico dominicano, desde el siglo XVII, con la
miseria en que se hundió la colonia debido el abandono de la metrópoli, hizo
que el racismo prácticamente no exista en el país. De existir, es un racismo
económico más que étnico.
3.
que el profesor Núñez ha escrito páginas que
deben hacernos reflexionar sobre el racismo. Leo unas cuantas líneas:
“Ser haitiano y
negro no es la misma cosa. En la República Dominicana, ser dominicano es más
que ser negro, más que ser mulato y más que ser blanco. La negritud no une a
nadie con nadie. […] En el mundo de raza negra, hay 52 estados y algunos se
odian entre sí. […] El hecho de que alguien sea negro no lo acerca ni lo aleja […],
eso no tiene ningún sentido. […] El tema no es la negritud”.
Los
sistemas democráticos y el concepto de nación fueron desarrollándose desde el
Romanticismo. El gobierno democrático se basa en la idea de que cada ciudadano
dispone de un voto y con la suma de los votos se consigue una mayoría que
gobierna el país. A la vez van organizándose las agrupaciones obreras y surge
la idea del internacionalismo de clase. La Primera Guerra Mundial y su entorno
histórico cuestionaron esas ideas y puso en crisis a las élites, como denunció
el famoso libro de Julien Benda La
trahison des clercs (La traición de
los intelectuales) . Posteriormente, y ya en
este mundo líquido (que diría Zygmunt Bauman), la democracia ha ido resbalando
hacia otorgar fuerza e importancia a grupos que, sin constituir con sus votos
mayoría alguna, pueden sin embargo forzar a los gobiernos a tomar decisiones
para las que no fueron votados mayoritariamente. Cómo se han llegado a
constituir dichos grupos y cómo consiguen actuar, llegando a imponer en
ocasiones su voluntad, tanto en la acción política como en la cultura, y a
forzar divisiones o agrupamientos que rompen los cánones (para bien o para
mal), es algo que debe estudiarse pero que no solemos abordar. Pesa aquí, en
unos casos, cierta mala conciencia socio-política o la importancia de lo llamado
“lo políticamente correcto”. En algunos países, como la República Dominicana,
España o los antiguos estados del socialismo real, esto se incrementa por el
hecho de que las dictaduras dejan a los países socialmente enfermos y dudosos
frente a toda imposición autoritaria. Si contemplamos las relaciones políticas
desde los ideales del liberalismo decimonónico y el concepto de nación, ¿se
está cuestionando la teoría democrática?
Vayamos
a un ejemplo cultural. Cuando entramos en una librería de Nueva York y encontramos
una división por estanterías entre “literatura afro-americana”, “literatura de
mujeres”, “literatura gay” o “literatura chicana” nos enfrentamos a una
división absolutamente extraña a la canónica hasta ahora de la historia y la
teoría literarias, y que se basa en la procedencia racial o sexual de los
autores y no en el estilo, el pensamiento o la temática. La idea de literatura
que hemos venido manejando desde el siglo XIX (con distintos matices, es
verdad) no tiene nada que ver con las distinciones de nuestra librería de la
Quinta Avenida. Y esto es así cuando existe una importante tendencia a
considerar la literatura como una práctica supranacional, según siempre ha sucedido
en el ámbito artístico.
No es
ya que se altere el canon de géneros y obras, sino que la nueva división es
fruto, no tanto del análisis estético, como de la presión, más o menos
organizada, pero alejada de lo que se ha considerado el hecho literario como
tal, de argumentaciones sociales minoritarias y que no necesariamente aprobarían
todos los que pudieran poseer dichas condiciones de sexo o de raza. Es decir,
un escritor afro-americano pudiera no querer ser leído por su condición racial en
lugar de por su calidad literaria; o bien, muchos escritores chicanos desearían
ser considerados, no por su origen, sino por su escritura en lengua inglesa. A
la vez, la nueva división deja en terreno de nadie la literatura que no
responda a aquellas características. ¿Es esto similar a la condena de Dreyfus
por su posible idea de nación distinta a la canónica? ¿La disputa entre
intelectuales pacifistas y nacionalistas durante la Primera Guerra Mundial
pudiera haber sido equivalente? (recuérdese la polémica entre Gerhart Hauptmann y Romain Rolland).
Sé
bien que el canon es siempre producto de una acción, más o menos prolongada, de
poder, pero el nuevo no deja de serlo y, además, rompe las características
formales y de uso que definían el campo literario, en el ejemplo de Nueva York.
Cómo pudiera esto repercutir a la larga en la escritura, la lectura o la
función de los textos lo desconocemos. El ejemplo es aplicable a diversas
circunstancias sociales y políticas.
Como ven, el tema puede resultar conflictivo
y hemos invitado al profesor Núñez a exponerlo desde su teoría. Unos estarán de
acuerdo con él y otros no, como sucede en toda confrontación intelectual, pero
ninguno lo considerará extemporáneo o dejará de sentirse afectado.
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