sábado, 7 de febrero de 2015

Límites de la intolerancia


     La tolerancia es una de esas palabras sacralizadas que muestran conceptos no siempre bien reflexionados. Se trae a colación continuamente en los comentarios sobre la emigración de determinada procedencia, especialmente la africana, pero habría que plantearse sin miedo la cuestión de los límites. ¿Puede tolerarse todo? Y si la respuesta fuese negativa, ¿Dónde situar la frontera entre lo tolerable y lo no tolerable?
 
     Si poseyera una respuesta clara e indiscutible, se debería a que los profesores de ética habrían hecho un pronunciamiento unitario tiempo atrás. Lo que busco es subrayar cómo los intelectuales de esas culturas no europeas solicitan de nosotros una reflexión mayor sobre los temas dignos o no de tolerancia. Una reflexión que permita hacer matices que, hoy por hoy, no hacemos y que ellos están dispuestos a llevarla a cabo.

      La profesora Liana Nissim, de la Universidad de Roma, una conocida especialista en literatura francófona, ha hablado, en un coloquio celebrado cerca de la ciudad italiana de Rimini, del tratamiento que la poligamia recibe en la novela contemporánea del África subsahariana. No es aceptada por ninguno de los novelistas, pero destacan características que la pueden explicar y, sin que ello conduzca a la justificación, permiten comprenderla. La poligamia es, en el África negra, anterior a la entrada de la religión mahometana, parece que permanece ligada a razones económicas dependientes de la economía agrícola de subsistencia que se da en determinados países y regiones, que explican la necesidad de ampliar y asegurar la mano de obra familiar. Los escritores vienen a preguntarse si no habría que corregir esa economía y sólo después perseguir la poligamia. De mantenerse el modo actual de producción y comercio, la poligamia podría desaparecer legalmente, pero no en la práctica.

      Mientras escuchaba el recorrido de la profesora Nissim por una serie representativa de novelas africanas, me preguntaba a mí mismo si no pretendemos imponer desde el mundo que llamamos occidental una visión del mundo que no tiene por qué ser única ni acertada. Y, a la vez, cómo es posible que lo que creemos absolutamente intolerable pueda tolerarse por otras personas. La literatura, una vez más, acoge nuestras inquietudes.

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