jueves, 5 de febrero de 2015

Una traducción de Victor Hugo


     Se ha publicado hace poco tiempo una traducción que Annie Andioc y Juan Ramón Vera han hecho de una de las obritas que Victor Hugo inocrporó a su Teatro en libertad. No deja de llamar la atención el título español. Mangeront-ils? se ha traducido por un sintagma que resulta poco usual, forzado: ¿Si comerán?. No es una construcción española. Verdad es que titular con una interrogación ya es inhabitual. Posiblemente aceptaríamos mejor un título que, aunque interrogativo, fuera algo más coloquial: “¿Acaso comerán?”, por ejemplo, o simplemente “¿Podrán comer?”. Claro que, en cualquier caso, la obra busca a propósito separar al lector de la preocupación que hay detrás de una trama de ambiente legendario, en la que un final de cuento nos hace asistir al engaño del rey malvado y el triunfo de los jóvenes puros.

La obra se sitúa en una indeterminada Edad Media británica. Dos amantes, Lady Janet et Lord Slada, escapan de un rey celoso y tirano que pudiera ser una caricatura de Napoléon III. Se refugian en un viejo claustro donde, tras unas declaraciones de corte romántico, descubren repentinamente que tienen hambre y sed. Un personaje, medio mago, medio bufón, Airolo, ladrón y vagabundo, se ofrece a cocinarles porque « es un paraíso amarse de esa suerte / mas de todos modos algo de alimento importa ». Vemos ya que Hugo juega con los valores románticos, que él mismo ayudó a crear con Hernani, Ruy Blas o Cromwell, para romper la tensión heroica y volcarla en el humor o, incluso, en el esquema del cuento infantil.  Zineb, una bruja centenaria que busca el mejor lugar para morir, predice al rey que él fallecerá justo después de Airolo, por lo que éste puede atreverse a cualquier chantaje.

La obra fue escrita en 1867 durante el exilio del escritor en Guernesey, una isla anglonormanda del Canal de la Mancha, pero sólo fue representada en 1907. Posteriormente tuvo alguna otras puestas en escena, de las que dan noticias los traductores. Se incorporó al volumen El Teatro en Libertad, editado incompleto en 1886, cuyo título busca expresar la escritura no censurada de los textos. Que las obras busquen tratar de la verdad y la justicia no explica, por lo tanto, la denominación.

Creo que conviene destacar la publicación porque estamos en España necesitados de revisar el teatro del siglo XIX en sus distintas vertientes. La Asociación de Directores de Escena de España viene haciendo una labor importante, según demuestra su catálogo, pero aún es preciso ampliar el esfuerzo. En el caso francés, Víctor Hugo, del que ha llegado hace poco a las librerías la primera traducción completa de Los miserables, exige ediciones cuidadas, entre ellas, precisamente, la de El Teatro en Libertad, que nos permitiese también entender, entre otras cosas, por qué las obras incluidas, aunque no todas, se escribieron en verso. Annie Andioc y Juan Ramón Vera traducen en prosa, por lo que perdemos el peculiar ritmo del alejandrino pareado francés, de tanto recorrido en el teatro clásico. Ambos, sin embargo, hacen un trabajo meritorio y, sobre todo, útil. Cabe, eso sí, preguntarse, por qué eligieron esta obra en el volumen de Hugo que contiene piezas de muchísimo mayor interés. La imagen que se le queda al lector de este libro es que el gran dramaturgo francés se limitó a hacer un divertimento que, metafóricamente, pudiera tener sentido político, pero tan elemental que sólo por el contexto del que se nos ha privado alcanza alguna fuerza.

Como tantas veces nos ocurre, caminamos en esto de las traducciones, a saltos, al capricho de unos o de otros, sin contemplar el panorama de lo que hay y lo que falta, perdiendo oportunidades y, desde luego, sin lograr un verdadero conjunto referencial para nuestra cultura.

 

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