Los argumentos de correspondencia entre lenguas y fronteras son peligrosos porque permiten justificar lo que de otro modo resulta dificilmente justificable. Así, la invasión de Austria o de ciertas zonas de Polonia, Croacia y Francia a principios de la Segunda Guerra Mundial. En ejemplo distinto, cuando poder político y lengua (incluso minoritaria) coinciden en sus fronteras, los efectos de las imposiciones, prohibiciones, o persecuciones más o menos declaradas, son corrientes y tocan dolorosamente los planteamientos totalitarios fascistas.
En el mundo hispánico, probablemente la cultura se divida sobre todo por las clases sociales y no según las nacionalidades. Las clases sociales son, entonces, más agrupaciones culturales que económicas (sin dejar de tener implicaciones en la marginación económica), y sobrepasan en mucho las fronteras políticas.
Dije que las culturas vivas no son un legado digno tan sólo del estudio arqueológico, sino un proceso en marcha de relaciones sociales que destruye y construye las lenguas. La historia no pasa en balde. Nos guste o no, los hechos han sucedido y, si algunos concretos pudieran corregirse, la mayoría sólo pueden asumirse y construir desde ellos el futuro.
Juan Antonio Corretjer, ensayista, narrador, poeta que buscó escribir el poema mítico de Puerto Rico, tal vez sea más conocido como marxista, hostosiano, martiano y albizuista. Con toda esa carga política e independentista a cuestas, al referirse al héroe puertorriqueño muerto en la guerra hispano-cubana, Pachín Marín, pretende compararlo con otros héroes míticos y elige al Cid, a Fernán González y a los héroes del romancero. Su raíz hispánica le impide pensar en figuras literarias construidas en otras lenguas: Ivanhoe, Rob Roy o los protagonistas de las baladas escocesas.
Y es que hay algo que la historia de los pueblos construye por encima de las lenguas y a través del tiempo, que es la cultura. Sobre ella elevamos cada segundo de nuestro presente y con ella nos situamos en el mundo. Del mismo modo que se habla de una Koiné lingüística, a la hora de referirse a unos usos lingüísticos comunes, podemos referirnos a una cultura "koinética" elaborada a los largo de los siglos, compartida por todos los hablantes de las lenguas hispánicas en sus distintas realizaciones y con las características locales que les sean propias.
No vale pretender esconder la cultura que nos une tras falsos oropeles locales. Se puede hablar en una lengua adquirida, pero se piensa en la cultura propia y se convive desde ella. Constituye la referencia continua. Propiciar su abandono no viene a ser sino construir un país de apátridas, porque los siglos de existencia, insistencia y resistencia condicionan una cultura. Para bien y para mal.
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